La irrupción de las unidades M.2 han generado dudas sobre si comprar un SSD SATA es correcto o no. Lo cierto es que todavía existen motivos por los que siguen siendo un producto genial. De lo contrario, los fabricantes habrían cesado su producción, ¿verdad?
El sector de los SSD está dominado por pocas marcas que vienen a ser fabricantes de memorias, como es Samsung, Micron o Western Digital. Incluyo a Micron porque Crucial pertenece a ésta (la compró hace años), y es una de las marcas que más SSD SATA vende. Parece que lo inteligente es comprar SSD M.2 NVMe, pero los SATA siguen siendo una gran opción.
Nos referimos a las unidades SSD de 2.5 pulgadas, no a los SSD SATA que podemos ver con factor M.2.
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Dan solución a los equipos antiguos
Aunque su velocidad no se equipare a las unidades SSD M.2 que hacen uso de la interfaz PCI-Express, no encontramos ranuras M.2 en la mayoría de equipos antiguos. Sin embargo, sí que encontramos conexiones SATA en las placas base, y aquí es donde reinan los SSD SATA.
Sí, podemos hacer uso de una ranura PCIe y conectar una unidad M.2, pero solo en los sobremesa; de hecho, ¿comprar un adaptador M.2 PCIe x16? Existe esta posibilidad para quienes no dispongan de un slot M.2 en la placa, pero encarece la inversión total. Sin embargo, deciros que la mayoría de slots M.2 vienen para funcionar en x4 o x8.
Así que, para el rendimiento que buscan, un SSD SATA da unas velocidades de transferencia más que suficientes y su instalación es más compatible que la de los M.2.
Son más baratos
No es una regla general, pero normalmente suelen ser así en las capacidades más comunes (250 GB, 500 GB y 1 TB). Cierto es que poca diferencia de precio hay últimamente entre SSD M.2 SATA y NVMe, pero la opción más barata sigue siendo para las unidades de 2.5 pulgadas.
Para quien busca invertir lo mínimo, este motivo tiene suficiente peso como para decantarse por los SSD SATA, ¿queréis algún ejemplo? Si nos vamos a las unidades de 500 GB, encontramos este Crucial BX500 por 49€.
Última actualización el 2024-11-21
Incluso, seguro que podemos encontrar alguna unidad a un precio más ajustado que esa si buscamos concienzudamente.
Sus velocidades de transferencia son suficientes
El principal argumento por el que «ganan» los SSD M.2 es que sus velocidades de transferencia van más allá de los 1.000 MB/s, mientras que los SSD SATA llegan a duras penas a los 580 MB/s como mucho. Que no os dé un ataque de números porque en la práctica, pocas diferencias en la práctica del día a día para usuarios normales.
Y con usuarios normales me refiero a personas que hagan uso de programas profesionales Adobe o juegue a videojuegos grandes (más de 40 GB). No vamos a disfrutar de una diferencia abismal en las pantallas de carga de los videojuegos, ni arrancará 30 segundos antes Adobe PhotoShop.
Los SSD M.2 tienen más sentido para ámbitos profesionales en los que se manejan una cantidad de datos inmensa, para cuyo trabajo es muy útil tener una unidad SSD hasta 4 veces más rápida que un SSD convencional.
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No se calientan tanto
Uno de los problemas de tener un SSD M.2 es que, cuanto más velocidad se le exige, mayor temperatura puede alcanzar. Esto se soluciona con un disipador que se instala justo encima del SSD, una pieza que no viene de serie en la mayoría de unidades. Sin disipador, podemos ver SSDs que sobrepasan los 70 ºC sin despeinarse.
En cambio, los SATA no tienen este problema porque su velocidad de transferencia es más moderada. Es un factor más a tener en cuenta, aunque hay muchas unidades M.2 que van entre 1.000 a 3.000 MB/s en lectura/escritura y no tienen problemas de temperaturas.
Mejor precio a altas capacidades
Antes decíamos que eran más baratos, pero lo cierto es que cuando vamos a unidades con mucha capacidad (1 TB o más), la diferencia de precio es mayor. Esto le da argumentos de peso al SSD SATA de triunfar frente a una unidad M.2, a pesar de ofrecer unas velocidades de transferencia inferiores.
Si vamos a SSDs de 2 TB, la diferencia es mayor, aunque Seagate rompe la excepción con su Barracuda Q5. Metidos en esta capacidad, las unidades M.2 cuestan entre 200 y 300 euros, mientras que los SATA consiguen posicionarse sobre los 200€.
Presencia de bahías de 2.5″
Volviendo al tema de que muchas placas base antiguas no tienen slots M.2, dichos equipos sí que suelen tener espacio para HDDs de 3.5″ y otras unidades 2.5″. Ya sea un portátil o un sobremesa, es posible instalar un SSD SATA sin problemas porque podremos hacer uso de la conexión SATA, y de la bahía de 2.5» en el caso de las cajas PC.
Rara vez, tendremos un problema en instalar una unidad SSD SATA en nuestro PC; de hecho, si la caja PC no tuviera bahía para 2.5″, podemos encontrar adaptadores de 3.5″ a 2.5″ sin ningún problema.
Esperamos que os haya sido de ayuda esta información. Si tenéis alguna duda, podéis comentar abajo y os responderemos en breve.
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