Los SSD USB 3.0 externos pueden ser un reemplazo razonable a un disco duro HDD SATA internos. Y es que hoy en día es imprescindible contar con una unidad SSD en un ordenador, gracias a su gran rapidez, que mejora notablemente la fluidez del sistema respecto a un disco mecánico tradicional.
Pero quizás no todo el mundo quiera o pueda cambiar el disco interno, y ahí es donde entran los SSD USB 3.0: ¿dan un rendimiento a la altura, merecen la pena frente a los antiguos mecánicos? En este artículo lo repasaremos a fondo.
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La primera cuestión a la que vamos a dar respuesta es: ¿a quién le interesa conectar un SSD externo USB 3.0 en un equipo que tiene un disco duro interno SATA? Esto tiene una sencilla justificación: usuarios que busquen dejar su sistema operativo en el SSD USB 3.0 y mantener el disco duro SATA en el equipo, probablemente para ‘librarse’ de abrir el equipo y cambiar el disco.
De hecho, donde sí hay limitaciones es en equipos como los iMac, donde la apertura es muy complicada e implica el riesgo de romper la pantalla. Por ejemplo, si queremos abrir uno de 2015 (de los modelos finos con HDD) tendremos que sacar la pantalla, que está pegada al cuerpo de aluminio, y volver a pegarla, un proceso ligeramente complicado.
Entonces, ya hemos encontrado una motivación para apostar por un SSD USB en vez de uno interno: pero, ¿Hay algún problema de rendimiento? ¿Se podrá instalar un SO ahí? Veámoslo.
Sin embargo, a la hora de la verdad las grandes diferencias no vendrán marcadas por la interfaz, sino por la tecnología usada. Es decir, que aunque perdamos rendimiento usando USB 3.0 los SSD mantendrán una gran superioridad sobre los HDD, pues hay ventajas muy importantes que dependen de su tecnología.
Entonces, ya se va dilucidando una posición favorable para los SSD USB 3.0 en contraste con los HDD internos, pero vamos a ver si los datos reales respaldan esta posición.
Pues bien, para nuestra comparativa tendremos en cuenta los siguientes datos:
Aprovecharemos los datos de software como CrystalDiskMark, Anvil’s Storage o ATTO Disk Benchmark, obtenidos en nuestras reviews, y en cada caso veremos qué ofrecen los accesos secuenciales y aleatorios 4K, es decir, acceso a ficheros grandes en posiciones de memoria secuenciales o a muchos archivos pequeños en posiciones aleatorias.
Tasa de transferencia (CrystalDiskMark) | |||
---|---|---|---|
Samsung T5 SSD | Adata SD600Q SSD | Toshiba N300 | |
Lectura Secuencial | 439,76 MB/s | 434,17 MB/s | 265,33 MB/s |
Lectura 4K Q32T16 | 209,22 MB/s | 164,85 MB/s | 2,01 MB/s |
Lectura 4K Q1T1 | 20,91 MB/s | 21,46 MB/s | 0,72 MB/s |
Escritura Secuencial | 408,11 MB/s | 368,63 MB/s | 261,07 MB/s |
Escritura 4K Q32T16 | 179,61 MB/s | 19,58 MB/s | 1,77 MB/s |
Escritura 4K Q1T1 | 41,84 MB/s | 18,68 MB/s | 1,94 MB/s |
La tasa de transferencia ya muestra grandes diferencias de rendimiento en todos los sentidos, destacando los datos de lectura y escritura aleatorios 4K de los que tanto os estamos hablando.
IOPS(Anvil’s Storage Utilities) | |||
---|---|---|---|
Samsung T5 SSD | Adata SD600Q SSD | Toshiba N300 | |
Lectura Secuencial | 102,4 | 102,07 | 60,75 |
Lectura 4K | 5380,74 | 4025,72 | 178,43 |
Lectura 4K QD16 | 45664,14 | 27267,6 | 509,09 |
Escritura Secuencial | 94,15 | 81,53 | 54,98 |
Escritura 4K | 10118,26 | 4586,87 | 439,6 |
Escritura 4K QD16 | 43301,02 | 4773,96 | 433,1 |
En cuanto a los IOPS, aquí ya empezamos a ver datos abismalmente diferentes en las lecturas y escrituras aleatorias, lo que muestra cómo un SSD es capaz de procesar muchísimos más archivos pequeños en el mismo lapso de tiempo. Esto es fundamental cuando estamos hablando de un uso normal del equipo, con el sistema operativo, etc.
Tiempo de respuesta (Anvil’s Storage Utilities) | |||
---|---|---|---|
Samsung T5 SSD | Adata SD600Q SSD | Toshiba N300 | |
Lectura Secuencial | 9,77 ms | 9,80 ms | 16,46 ms |
Lectura 4K | 0,19 ms | 0,25 ms | 5,60 ms |
Lectura 4K QD16 | 0,33 ms | 0,59 ms | 31,43 ms |
Escritura Secuencial | 10,62 ms | 12,27 ms | 18,19 ms |
Escritura 4K | 0,10 ms | 0,22 ms | 2,28 ms |
Escritura 4K QD16 | 0,37 ms | 3,35 ms | 36,94 ms |
Y lo mismo ocurre con los tiempos de respuesta, donde podemos ver valores hasta 100 veces mejores para estos SSD USB 3.0. Recordemos que estamos comparando unas unidades limitadas por la interfaz USB que emplean, y que son externas, con un disco duro mecánico interno que es básicamente uno de los mejores del mercado.
No tiene mucho sentido hacer esta comparativa si no tenemos la posibilidad de dejar el sistema operativo en el SSD USB 3.0, pero afortunadamente en cualquier sistema podemos hacerlo, sin más complicación que poner al SSD como unidad de arranque en la BIOS.
En un iMac, que es uno de los casos más interesantes que hemos comentado, hay que seguir un proceso concreto para instalar macOS en un SSD USB 3.0. Sería así:
Entoces, macOS ya estaría instalado en el SSD y sería la ubicación a ser usada por el ordenador para arrancar.
En este artículo hemos intentado responder a cuál era la mejor solución: usar un SSD externo mediante USB 3.0 o un HDD interno mediante SATA. Todo esto con el objetivo de evitar el reemplazo de ese HDD, algo que es normal en equipos portátiles en los que abrirlos pueda ser engorroso.
Además, en la mayoría de portátiles y en casi cualquier ordenador de sobremesa reeplazar el disco duro es bastante sencillo cuando tenemos una de estas unidades, pues no vienen soldadas y suelen ser fácilmente accesibles. Así que ya sabes cuáles la mejor opción de todas.
Si una unidad SSD rindiese igual por USB 3.0 que por SATA, este artículo no tendría ningún sentido, y la respuesta estaría más que clara. Pero esto no es así, ya que con el USB tenemos ciertas limitaciones al rendimiento máximo que podemos aprovechar.
En conclusión, hemos podido ver claramente cómo un SSD USB 3.0 es mucho más veloz que un disco duro SATA interno. Esto se debe a que, aunque la interfaz USB esté en la práctica más limitada que SATA, los beneficios de la tecnología de los SSD son inmensos.
Concretamente, las tasas de transferencia de un SSD vs HDD son bastante mejores, además de que el tiempo que se tarda en llegar a cada dato es ínfimo en comparación con un disco mecánico (hasta 100 veces menos, como demostraron nuestras pruebas). Esto último, además de otros aspectos como la velocidad en accesos aleatorios, es uno de los motivos por los que con un SSD el uso del sistema es tan increíblemente fluido.
Naturalmente, lo más recomendable siempre es cambiar el disco duro SATA interno por un SSD SATA, y dejar el disco antiguo como externo, en vez de hacerlo con el nuevo. Esto nos dará un mejor rendimiento y comodidad, pero a veces no merece la pena. Por ejemplo, quien tenga un iMac de hace unos años seguramente no quiera pasar el largo y frágil proceso de apertura. En ese caso, usar un SSD USB 3.0 externo como unidad de arranque tiene mucho sentido.
¿Alguna vez has usado un SSD USB 3.0 como reemplazo de un disco duro SATA? ¡Cuéntanos tu experiencia en los comentarios!
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