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SSD USB 3.0 vs Pendrive USB: ¿Cuándo necesitamos tanta velocidad?

Los SSD USB 3.0 externos tienen la fama de ser mucho más veloces que cualquier pendrive USB, algo que en este artículo vamos a analizar a fondo. También vamos a ver cuándo se necesita la velocidad de un SSD USB 3.0 vs un simple Pendrive USB, qué precios manejan estos dispositivos y cuáles son sus ventajas e inconvenientes. ¡Comenzamos!

¿Por qué un SSD USB 3.0 gana vs un pendrive USB si usan la misma conexión?

Partamos del hecho de que un SSD USB 3.0 gana frente a prácticamente cualquier pendrive USB, haciendo uso de la misma conexión y el mismo tipo de tecnología de memorias, pues en ambos casos estaremos hablando de una memoria flash. La afirmación de que un SSD USB 3.0 es superior la vamos a confirmar luego, con datos de rendimiento, pero primero de todo vamos a explicar por qué se da a pesar de las aparentes similitudes.

Controladora y paralelismo: el tamaño importa

PCB de un SSD interno, que perfectamente cabe en uno USB 3.0

La cuestión más importante está sin duda en el tamaño de los dispositivos. En una memoria flash, una de las claves para obtener un buen rendimiento está en qué tan capaz sea la controladora del dispositivo. Este chip es básicamente el gran nexo de unión entre los propios chips de memoria flash NAND y el ordenador o aparato al que esté conectada la unidad de almacenamiento.

Entonces, cuando un ordenador hace cualquier petición de información al SSD o pendrive, quien la recibe es la controladora, y se encarga de acceder a la dirección correcta de los chips de memoria, y darle de vuelta el dato solicitado al ordenador. O si se trata de una escritura se encarga de tomar el dato recibido y ponerlo en la posición de memoria correcta.

Pues bien, comencemos partiendo de un hecho fácil de comprender, y es que el tamaño de un pendrive USD no deja espacio para una controladora demasiado compleja, ni para componentes adicionales que mejoren el rendimiento. En esto ahondaremos más a posteriori.

Además, el tamaño influye directamente en la cantidad de chips de NAND que se pueden incorporar. Si tenemos un mayor número, entonces lo que podremos conseguir es un paralelismo a la hora de acceder a los datos, de forma que se acceda a varios chips a la vez para hacer lecturas o escrituras. Esto no solo depende del número de chips sino también de la complejidad y calidad de la controladora, algo que como ya hemos visto es bastante más complicado.

El factor precio y la calidad de las memorias flash

El punto que hemos explicado antes se cumple cada vez menos debido al hecho de que se está consiguiendo una gran miniaturización de componentes con mejores procesos de fabricación y diseños más eficientes. Entonces, cada vez es más posible alcanzar el nivel de un SSD dentro de un espacio más pequeño. Precisamente, podemos encontrar formatos de SSD NVMe M.2 muchísimo más pequeños que un SSD tradicional, y aún así obtienen un rendimiento muy superior.

Pendrive USB. Foto de Pexels.

Entonces, ¿qué sentido tiene el apartado anterior? Este se sostiene por un motivo muy sencillo: el factor precio. Y es que los SSD USB 3.0 suelen orientarse a precios más altos que los de un pendrive USB normal y corriente, así que tratándose de dispositivos baratos es evidente que un pendrive normal y corriente no va a disfrutar de todos esos avances de la miniaturización que tan costosos son.

Al fin y al cabo, la realidad es que la inmensa mayoría de personas usa los pendrive USB para tareas que no requieren un rendimiento excesivo, y normalmente lo máximo que se les suele demandar es una reproducción fluida de películas a resoluciones normales. En cambio, quien busque un SSD USB 3.0 probablemente esté buscando un alto rendimiento, de forma que un pendrive USB de muy alto rendimiento se quedaría en una posición de nicho en el mercado.

La mayoría de pendrive USB se usan para cosas básicas, y la mayoría de SSD se usan para ejecutar un sistema operativo. Así que la gente los quiere para propósitos distintos.

Esto también sirve para explicar que haya algunas excepciones en las que encontramos pendrive más veloces o tan veloces como un SSD USB 3.0, aunque es algo que vamos a abordar durante los siguientes apartados.

Además de que impida disfrutar de los últimos avances en miniaturización, nuevos controladores y demás, también se usan memorias flash más baratas. Estas se fabrican de una forma menos sofisticada y mucho más asequible, lo que desploma el posible rendimiento que se le puede obtener, en comparación con los últimos avances del mercado.

Demostremos con datos que los pendrive USB suelen ser básicos

Vamos a demostrar con datos reales que la mayoría de pendrive USB son básicos y tienen un rendimiento relativamente bajo. Para ello, lo que hemos hecho ha sido obtener de forma automatizada todos los resultados de USB de UserBenchmark, donde se recogen únicamente pendrive y no SSD externos, y reciben según su rendimiento un % determinado que sirve como puntuación.

Entonces, hemos cogido todos los valores de rendimiento, de cada modelo disponible en la base de datos (que proviene de los datos de los propios usuarios), y los hemos plasmado en un histograma. En este tipo de gráfico, lo que se ve en cada elemento del eje horizontal es un intervalo de rendimiento (partimos de entre el 0 y el 6% y acabamos en entre el 108% y el 113%), y en el eje vertical tenemos cuántos de los pendrives estaban dentro de ese rango de rendimiento.

Los resultados son demoledores. Vemos que la inmensa mayoría de los pendrive se encuentran entre el 0% y el 22% de rendimiento, lo que comprende unidades que rinden de forma relativamente pobre. Luego, los datos empiezan a decaer hasta que al 50% apenas hay USB que superan esta puntuación, y tan solo encontramos uno por encima del 100%. De ese os hablaremos más tarde.

Cachés, DRAM y más

Los dos factores anteriores también influyen para que los SSD USB 3.0 puedan incorporar características que ni caben ni suelen ser costeables en un pendrive USB, como son las cachés adicionales y memorias DRAM. Y es que, aunque son algo opcional en un SSD, la mayoría de modelos incluyen una pequeña caché SLC de unos cuantos gigabytes para mejorar el rendimiento.

El SLC se refiere a uno de los tipos de memorias NAND, concretamente al más caro y veloz de todos, por lo que no se puede incorporar en grandes cantidades en un SSD. Esto se usa para almacenar de manera temporal datos que se escriben en el SSD, para así extraerlos de la caché SLC y llevarlos a los demás chips NAND en vez de hacerlo directamente en la memoria normal, mucho más lenta.

Lo que consigue la memoria DRAM es proporcionarle a la controladora un lugar rápido en el que guardar la tabla de direcciones del SSD, de forma que se pueda determinar con velocidad y fiabilidad en qué posición de los chips de memoria se encuentra un dato concreto, y cuáles hay libres.

Todo esto que comentamos es algo que está fuera de los componentes habituales de un pendrive USB, mientras que podemos encontrarlo en un SSD USB 3.0 sin problemas.

Rendimiento de un SSD USB 3.0 vs Pendrive USB

Vamos a ver ahora qué resultados de rendimiento nos podemos esperar en un SSD USB 3.0 vs un Pendrive USB, en ambos casos cogeremos algunos de los modelos más vendidos del mercado, siempre dentro de lo que podemos encontrar de manera habitual.

Para ello, vamos a comenzar comparando dos SSD USB 3.0 con dos modelos similares que son internos, y por lo tanto hacen uso de una interfaz SATA. Aquí lo que queremos hacer es aprovechar para ver el cuello de botella que puede imponer el USB, al menos sobre los resultados sintéticos de CrystalDiskMark.

Los SSD serán los siguientes:

  • Samsung Portable SSD T5, una unidad que en su interior tiene básicamente los componentes de un 850 EVO. Lo vamos a comparar con el 870 EVO, no es muy justo pero sirve como referencia, simplemente porque así en ambos casos estaríamos ante reviews recientes.
  • ADATA SD600Q, que en este caso es bastante más básico al utilizar memorias QLC, que es un tipo de NAND relativamente lento. Lo compararíamos con una opción de la misma marca pero preferimos irnos a otro QLC, como es el Samsung 860 QVO.

Dicho esto, es hora de comparar los valores con CrystalDiskMark:

Los resultados de los Samsung muestran una pérdida de rendimiento considerable en todos los aspectos, donde la velocidad aleatoria llega a bajar en un 50%, y en el caso de la secuencial tenemos más o menos un 20% menos de rendimiento. Como decimos, hay un importante cuello de botella a la hora de utilizar USB 3.0, ya no solo por su máximo teórico de 5GB/s, sino porque es una interfaz menos avanzada para este tipo de usos que la SATA.

Aún así, lo que empezamos a ver con claridad es que los SSD USB 3.0 son muy capaces, por mucho que den resultados inferiores a sus equivalentes SATA. ¿Qué pasará con el ADATA?

Más de lo mismo, unas pérdidas notables donde lo más destacable es sin duda el mal rendimiento de escritura aleatoria del ADATA externo, algo que seguramente se deba al tipo de memorias utilizado.

Luego de mostrar los resultados de los SSD USB 3.0, vamos con un conjunto de pendrive USB bastante vendidos, y para ello optaremos por usar los datos de Userbenchmark. Somos conscientes de que no se pueden comparar directamente unos resultados de CrystalDiskMark con los de esta web, que no testea SSD externo, pero aún así sí podemos tomarlos como referencia sin ningún problema, y aprovecharemos los datos de UserBenchmark de los SSD.

Hemos elegido los siguientes, donde os dejamos su puntuación en UserBenchmark:

  • SanDisk Extreme Pro 128GB USB 3.0, que es el pendrive más potente de la lista con un 75%.
  • Kingston DataTraveler HyperX USB 3.0 64GB, 46%.
  • SanDisk Ultra Flair USB 3.0 256GB, 33%.
  • Y el Toshiba TransMemory 32GB, en este caso estamos hablando de un USB básico y antiguo, que apenas obtiene un 8% de puntuación.

Con los datos de estos dispositivos, hemos construido esta tabla comparativa:

Lectura secuencial pico Escritura secuencial pico Lectura aleatoria pico Escritura aleatoria pico
Pendrive SanDisk Extreme Pro 128GB USB 3.0 249 MB/s 215 MB/s 12 MB/s 12 MB/s
Kingston DataTraveler HyperX USB 3.0 64GB 247 MB/s 109 MB/s 7 MB/s 1 MB/s
SanDisk Ultra Flair USB 3.0 256GB 159 MB/s 64 MB/s 7 MB/s 2 MB/s
Toshiba TransMemory 32GB 118 MB/s 26 MB/s 10 MB/s 0.4 MB/s
SSD USB 3.0 Samsung Portable SSD T5 439 MB/s 408 MB/s 21 MB/s 42 MB/s
Adata SD600Q 434 MB/s 369 MB/s 21 MB/s 19 MB/s
Fuente: Userbenchmark, PR

Los datos son muy claros. Las diferencias que vemos en acceso secuencial pueden considerarse asumibles, pero en cuanto entra en juego el acceso aleatorio (que es muy importante sobre todo cuando hay un sistema operativo de por medio) se llega a diferencias gigantescas.

En ambos casos, hay algo que faltaría en nuestra comparativa: el rendimiento sostenido. Y es que los datos de rendimiento en accesos secuenciales no son demasiado importantes salvo que se correspondan a pruebas con grandes volúmenes de datos. Cuando copiamos un fichero muy grande, el rendimiento acabará cayendo por múltiples motivos.

No tenemos datos al respecto, pero podemos decir que es algo bastante más común en un pendrive que en un SSD, aunque estos últimos también lo sufren.

Las grandes excepciones

Está claro que los puntos que comentamos antes para argumentar la superioridad de un SSD USB 3.0 frente un pendrive USB no siempre se cumplen. Precisamente, vamos a ver alguna excepción que así lo confirma.

Pendrive USB de muy alto rendimiento

Vamos con esos dos casos particulares de pendrive USB con un rendimiento anormalmente elevado, como son el Corsair Flash Voyager GTX y el Mushkin Ventura.

En ambos casos, estamos hablando de unidades USB que llegan a rendimientos muy parecidos a los de un SSD. Precisamente, el secreto está en que en su interior incorporan componentes propios de un SSD USB 3.0 como la propia controladora, que efectivamente en ambos casos se introducen modelos que ya estaban muy presentes en SSD.

Todo esto se suma al hecho de que estas dos unidades no son precisamente pequeñas, y por su tamaño podrían bloquear los puertos USB adyacentes de un ordenador o portátil, que es precisamente uno de los aspectos problemáticos de un SSD USB 3.0.

Entonces, ante esta situación en la que las definiciones de SSD USB 3.0 y pendrive USB se solapan tanto, tiene sentido hablar de los primeros en aplicaciones de alto rendimiento y de los segundos en casos donde el precio sea más importante que las velocidades de transferencia.

¿Para quién es un SSD USB 3.0?

Finalmente, cabe dar respuesta a una pregunta con la que iniciábamos el artículo: para quién merece la pena un SSD USB 3.0 frente a un pendrive USB.

Esto no tiene una respuesta fija, pero desde luego todo va a depender del rendimiento necesario. Una persona que solo vaya a almacenar información de forma temporal o que no ocupe demasiado espacio lo tiene todo con un pendrive, pero también encontramos a muchas otras personas que simplemente necesitan trasladar lo mejor de un SSD interno a una unidad externa.

Por ejemplo, un SSD USB 3.0 sería extremadamente útil para creadores de contenido que estén trabajando desde distintas localizaciones, y necesiten un medio portátil fiable en el que guardar su trabajo. En estos casos, de hecho, el dispositivo ideal sería más bien un SSD NVMe por Thunderbolt 3 o Thunderbolt 4, que sí permitiría librarse del cuello de botella del USB 3.0 y habilitaría unos rendimientos extremos.

Conclusiones sobre SSD USB 3.0 vs Pendrive USB

Un SSD USB 3.0 puede parecer a priori lo mismo frente a un pendrive USB, teniendo en cuenta que son dos unidades que usan la misma tecnología para conectarse a nuestro equpo.

Lo cierto es que ambos tipos de unidad de almacenamiento tienen grandes similitudes, como por ejemplo el uso de memoria flash NAND como su principio de funcionamiento. Sin embargo, son muy distintas en cuanto a rendimiento y posibilidades: los SSD USB 3.0, que son básicamente versiones externas de un tipo de unidad interna de los PC, son mucho mejores.

Los motivos principales de estas diferencias son los siguientes:

  • El espacio físico de los SSD USB 3.0 suele ser bastante mayor, al tratarse de unidades más aparatosas en la mayoría de los casos. Esto da la oportunidad de usar controladoras más sofisticadas, un mayor número de chips que consiga un mejor rendimiento, etc.
  • Los pendrives suelen ser muchísimo más baratos que los SSD externos, y se orientan al público general que no tiene grandes necesidades de velocidad. Esto motiva que se usen peores memorias y componentes más simples, explicando todavía más lo que mencionamos antes.

Entonces, lo que tenemos que hacer es básicamente elegir qué nos conviene. En la inmensa mayoría de casos, con un pendrive será suficiente. Para guardar archivos simples, ver películas, etc. En cambio, si lo que vamos a hacer es algún trabajo que requiera de un buen rendimiento (por ejemplo, para creación de contenido), o queremos almacenar un sistema operativo en esa unidad, un SSD USB 3.0 es la solución. O incluso uno con tecnología Thunderbolt.

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