El cuello de botella es uno de nuestros mayores enemigos a la hora de montar un PC. Si no escogemos nuestras piezas equilibradamente, seguramente tengamos algún componente limitando innecesariamente el rendimiento del equipo. ¿Qué papel tiene la CPU en esto? ¿Qué cuello de botella habrá cuando juguemos a 4K, y qué pasa con las resoluciones inferiores? En este artículo intentaremos responder a estas y más preguntas. ¡Comenzamos!
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Empecemos explicando básicamente en qué consiste en el cuello de botella. Su definición, aplicada al gaming, es muy simple: ocurre cuando hay un componente de nuestro PC limitando el rendimiento del juego, de tal manera que ese componente no está a la altura de las demás piezas, que podrían darnos muchos más FPS si el componente que causa el cuello de botella fuese más potente.
La gran pregunta que cabe hacerse ahora es: ¿quién o qué causa el cuello de botella? Se suele asociar, de forma imprecisa, al cuello de botella directamente con la CPU. Muchos hablan de este concepto como si solo lo pudiese causar el procesador, cuando ni de lejos tiene por qué ser así. Hay muchísimas cosas en juego cuando ocurre el cuello de botella, y todo depende básicamente de la combinación de componentes de nuestro PC, del juego en el que estemos y de lo que estemos haciendo en él.
Hay más posibles causas de un cuello de botella, obviamente. Por ejemplo, un ancho de banda de memoria insuficiente puede ser precisamente la causa de que no aprovechemos correctamente la CPU, y es de hecho uno de los motivos por los que se recomienda comprar RAM relativamente rápidas. Otro ejemplo puede venir de las temperaturas, pues si se acercan a los máximos de la CPU o GPU pueden provocar thermal throttling y reducir su rendimiento, aunque no es lo normal.
También podemos tener cuellos de botella derivados, por ejemplo, de la red. No es que causen una bajada de FPS, pero sí limitan la jugabilidad por sí solas, que al fin y al cabo es la definición de cuello de botella.
Respecto a si es perjudicial o no, primero hay que tener presente que lo normal es que siempre haya un cierto cuello de botella, y no pasa nada por ello. Hay muchos juegos que, por su diseño, dependen mucho más de la CPU o la GPU. Por ejemplo, en CS:GO seguramente estés limitado por la CPU si tienes una GPU potente, y tiene el problema de que evidentemente no vas a conseguir mejores FPS mejorando la gráfica, pero no implica ningún problema de funcionamiento. Y si te vas a algún otro título, como un juego AAA reciente con un gran detalle gráfico, seguramente te limite la GPU. No pasa nada.
De hecho, precisamente un cuello de botella de GPU se puede considerar algo positivo, ya que implica que está dándonos todos los frames que puede renderizar, aunque es algo muy relativo en función de cada caso.
Desde luego, lo que suele ser preferible es tener a la GPU dándolo todo, tenerla al 100% no es un mal signo si la CPU también está siendo medianamente aprovechada. Ningún componente debería estar prácticamente en reposo en ningún caso.
Os vamos a dejar algunos ejemplos muy claros de esto, basados en los datos de nuestros análisis:
Si tomamos una comparativa de rendimiento en juegos entre varias CPUs, vemos que a resolución 1080p podemos encontrar diferencias sustanciales. Por ejemplo, veamos nuestra review del AMD Ryzen 5 5600X, y centrémonos en un título como el Far Cry 5, que a 1080p deja diferencias de FPS de hasta el 49% entre la mejor CPU y la peor.
Si subimos el listón a una RTX 3090, pero comparando dos CPUs que no distan demasiado (i9-10850K vs i9-9900K), vemos que a 1080p las diferencias rondan el 10-20%, y a 4K el 0-3%. A 1440p, un punto intermedio, tenemos un 2-10%.
Y si nos vamos a otros análisis, como los de Techpowerup, donde tenemos prueba de juegos también a 720p, ya vemos cómo las diferencias se disparan, comprobadlo vosotros mismos:
Una vez explicado el concepto de cuello de botella, queda claro que es importante tener montado un equipo con componentes balanceados, con una CPU y GPU acordes al uso que se le vaya a dar. Ante esto surge la necesidad de determinar cuál es el balanceo adecuado, y por eso se crearon calculadoras de cuello de botella.
Al fin y al cabo, la última alternativa que nos queda es ver las necesidades concretas de cada título, y en caso de duda apostar por una configuración «generalista» que no se exceda en CPU ni GPU. Por ejemplo, a día de hoy emparejar una gráfica de gama media o media-alta con una CPU de 6 u 8 núcleos (Ryzen 5600X / i5-10600K, Ryzen 5800X / i7-10700K) es una muy buena idea.
Dicho esto, os invitamos a pedir una configuración de PC personalizado en nuestro foro de Hardware, donde os daremos algo balanceado para vuestros componentes.
En la práctica, siempre va a haber un cierto cuello de botella, el problema viene cuando estos son exagerados por motivo de una mala elección de componentes o una mala optimización del propio juego. Aquí, la resolución juega un papel fundamental: a 4K, por ejemplo, es muy poco probable que la CPU cause cuello de botella, el limitante estará en la GPU debido al gran trabajo de renderizado que tendrá que soportar. A resoluciones inferiores se hace mucho más probable ver a la CPU como un limitante, en función de la GPU que tengamos.
Aún así, la salida al mercado de las nuevas tarjetas gráficas de NVIDIA y AMD muestra cómo la resolución no es un indicativo automático de cuello de botella. Un equipo con una RTX 3090 o una RX 6900 XT, incluso cualquie tarjeta gráfica 4K, seguramente esté limitado por la CPU si esta no es especialmente buena.
Te recomendamos la lectura de alguno de nuestros artículos sobre hardware:
En resumen: no lo des todo a la CPU ni a la GPU a la hora de montar un ordenador, independientemente de la resolución a la que vayas a jugar. Un equipo balanceado (como los que configuramos en nuestro foro de hardware) es la mejor solución. Con esto finaliza nuestro artículo sobre el cuello de botella. Esperamos que os haya servido de ayuda para entender mejor este complejo concepto.
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