Si has trasteado físicamente alguna vez con el almacenamiento interno de tu ordenador, es muy probable que ya hayas tenido que verte las caras con SATA o Serial ATA, una auténtica veterana de las interconexiones de nuestros equipos que lleva ya entre nosotros casi dos décadas.
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Los años 2000 fueron un periodo de grandes cambios para el mundo de la computación, muchos de ellos derivados de la necesidad de adaptarse a los avances de los diferentes componentes que conforman un ordenador.
Así, en 2003 vería la luz el Serial ATA (o SATA), de Advanced Technology Attachment, una interfaz creada para la conexión de dispositivos de almacenamiento al equipo y la transferencia de datos.
El estándar consta de dos conexiones, un conector para la información (con forma de “L”) y otro dedicado a la alimentación necesaria para el funcionamiento de algunos de estos dispositivos.
Su uso engloba toda clase de sistemas de almacenamiento, desde discos duros, hasta unidades de disco ópticas. Una labor que hasta la salida de esta interfaz era tarea del estándar PATA, que se vio ampliamente superado por la mayor velocidad y las cualidades que esta conexión aportó tras su lanzamiento.
Como adición, el uso de conectores y cableado más barato y fácil de producir fue clave para su rápida extensión, un dominio que ha sabido mantener gracias a las actualizaciones que ha recibido el estándar a lo largo de los años.
Estas actualizaciones han corrido a cargo de las diferentes organizaciones que han ayudado al desarrollo e instauración de la interfaz. Actualmente se encarga de ello la organización SATA-IO, responsables del actual SATA III.
Como referencia, estas son algunas de las características de las tres generaciones de la interfaz:
Pero no han sido los únicos cambios que ha tenido la interfaz. La popularización de las unidades NVMe (que hacen uso de PCIe) y formatos similares, han impulsado el desarrollo de conexiones como eSATA o mSATA, todas relacionadas con la especificación M.2 para mantener a la interfaz relevante aún hoy día. Mientras otras revisiones de la conexión, como SATA Express, fueron diseñadas para mantener su relevancia.
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Sin embargo, las limitaciones de esta conexión no pueden competir con la velocidad que puede ofrecer PCIe y las unidades NVMe, por lo que el futuro del almacenamiento interno podría dejar de lado, por primera vez en casi veinte años, a la longeva interfaz en el futuro. Todo dependerá de la actuación de la organización SATA-IO y a la evolución de las populares unidades M.2. ¿Qué os ha parecido este artículo? ¡Queremos saber vuestra opinión!
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